La mayoría de las personas prefieren confesar los pecados de los demás.
El mejor olor, el del pan; el mejor sabor, el de la sal; el mejor amor, el de los niños.
Los historiadores son personas que se interesan por el futuro cuando éste ya es pasado.
Intento comprender la verdad, aunque esto comprometa mi ideología.
Contra lo que suele creerse, la verdad casi siempre es divertida. Lo único que la gente se toma el trabajo de inventar son tragedias.
Las personas reales están repletas de seres imaginarios.
Quienes comparten nuestra niñez, nunca parecen crecer.
En el fondo de nosotros mismos siempre tenemos la misma edad.
Nunca convencerás a un ratón de que un gato negro trae buena suerte.
Nunca llegamos a hacernos a la idea de que contamos menos para los demás de lo que ellos cuentan para nosotros.
No podría creer en un Dios al cual comprendiera.
La política está en el aire mismo que respiramos, igual que la presencia o ausencia de Dios.
Siempre hay un momento en la infancia en el que se abre una puerta y deja entrar al futuro.
Si conociéramos el verdadero fondo de todo tendríamos compasión hasta de las estrellas.
Llamamos sentimentalismo a los sentimientos que no compartimos.
El peligro es el gran remedio para el aburrimiento.
Dios no deja de existir porque la humanidad lo olvide.
El amateur tiene una ventaja sobre el profesional: puede bandonar la prudencia. Puede revelar verdades inútiles y emitir teorías extravagantes.
Todo niño viene al mundo con cierto sentido del amor, pero depende de los padres, de los amigos, que este amor salve o condene.
Para un escritor el éxito es siempre temporal, es siempre un fracaso.